lunes, 6 de abril de 2009

UN REGISTRO JUDICIAL

Eran aproximadamente las 19,45 cuando suena mi móvil. Mi hermana, que en ese momento está en Barcelona, me pide que copie un número de teléfono y un nombre. A continuación me dice que se trata de un teléfono de la Policía Judicial Grupo 1, que previamente le han llamado a ella, que les llame y que pregunte por el agente que me ha indicado, porque tienen que ir a casa de nuestros padres a efectuar un registro por orden de un juez.

Mi padre acaba de cumplir 90 años y, aunque está relativamente bien para su edad, la edad le comienza a pesar. Mi madre tiene 87 años y un Alzheimer en proceso medio, que requiere cuidados constantes de una persona. Mis padres viven en un chalet de dos plantas excesivamente grande para ellos, pero del que no han querido irse. En casa de mis padres trabajan dos señoras que les atienden y a su vez residen allí, cada una en su habitación.

Me pongo en contacto con el policía que me había indicado mi hermana para que me explique el motivo de ese registro. Me cuenta que una de las dos empleadas de mis padres (que ese día libraba) está detenida en los Juzgados de Pl. de Castilla de Madrid y que el juez encargado del caso ha ordenado un registro en la habitación que ocupa esta señora y que necesita nuestra autorización para entrar en el domicilio de mis padres y efectuarlo. Me quedo de una pieza y, cuando consigo reaccionar, acuerdo con el policía que hacia las 20,30 estaré en la puerta del domicilio de mis padres y le ruego, por favor, que no llamen, para cumplir con su cometido, hasta que yo no llegue. El policía accede amablemente.

Mientras mi mujer y yo nos desplazamos hacia la casa, íbamos haciendo todo tipo de conjeturas al respecto y no encontrábamos explicación alguna a la aventura en la que nos habían embarcado. La empleada detenida, contratada hacia cuatro meses, aunque extranjera, tenía toda su documentación de residencia y laboral en regla, lo cual nos producía más inquietud, porque entonces el motivo de su detención debería ser por algún delito diferente y, claro está, mas grave.

Llegamos puntuales a la cita con la policía. En la puerta del chalet, que se encuentra en una calle poco concurrida, nos encontramos con dos coches de policía, uno de ellos camuflado, con cuatro agentes, dos uniformados y dos con chalecos identificativos de “policía judicial”, con la empleada detenida y con el abogado de oficio que le habían asignado.

Me informan mas ampliamente de la cuestión y acordamos cómo actuar, de forma que mis padres no se aperciban del registro que va a efectuarse en una de las habitaciones de su domicilio. Examino la documentación relativa al registro e incluso consulto telefónicamente con otro hermano mío abogado, por si todo era correcto.

Hechas todas las comprobaciones propongo, de acuerdo con la policía, que voy a entrar yo solo para ver que hacen mis padres en ese momento y para apercibir a la otra señora de la situación. Mientras tanto, la policía y el resto esperaban en la rampa de acceso al garaje, ya en el interior del jardín de la casa, en riguroso silencio. En ese momento, la otra empleada estaba dando de cenar a mi madre y mi padre estaba en la misma estancia viendo la TV. Informo a la empleada, en un aparte y de forma telegráfica de lo que está pasando y le ruego que mantenga en esa habitación a mis padres con la puerta cerrada, de forma que no se aperciban de nada. La habitación que ocupaba la detenida está en el piso superior y es necesario subir la escalera interna de la casa.

De forma muy cuidadosa, sin hacer el mínimo ruido, y guiados por mí, llegamos a la habitación de la detenida, la policía cumple con su misión y hace el registro. En total permanecieron en la habitación de esta señora unos veinte minutos. Al igual que a la entrada, se procedió a la salida.

Anteriormente, los policías encargados del caso, habían accedido a rellenar todas las diligencias del registro en la calle. Y así se hizo, utilizando como “mesa” el capot de mi coche y a la luz de las farolas del alumbrado público. Finalizada su tarea, policías, detenida y abogado volvieron al Juzgado. Esa misma noche alrededor de las 22,30 regresaba a casa de mis padres esta empleada, que estaba en libertad con cargos por un delito de apropiación indebida, y después de recoger sus cosas, abandonaba, obviamente, su puesto de trabajo y residencia. Así conseguimos que mis padres no tuvieran ni idea de todo lo que había pasado en su casa, por culpa de una de sus empleadas. Para explicar su ausencia les contamos que le había surgido un grave problema en su país y tenía que viajar precipitadamente. De ahí la rapidez de su partida.

Nunca había vivido una experiencia como ésta. A mi juicio no era un registro judicial normal y corriente, pues había que implicar a los propietarios de la vivienda donde residía la detenida y no es plato del gusto para nadie, que venga la policía con una orden judicial a tu casa, para registrar la habitación de alguien que trabaja y pernocta en esa misma casa. Y en este caso, con la circunstancia desfavorable añadida de la edad y situación de los propietarios y empleadores de la interfecta. Pero todo este proceso pudo llevarse a cabo como se ha dicho, gracias al exquisito cuidado y a la comprensión de los agentes de policía judicial que efectuaron el registro. Y a mi me ha parecido necesario contarlo. Desde aquí mi felicitación y agradecimiento para estos agentes de policía judicial que, sin dejar de cumplir su misión, lo supieron hacer según aconsejaban las circunstancias, sin producir “daños colaterales”.

7 comentarios:

julio navarro dijo...

Me añado a tus felicitaciones.

Para los que hemos vivido la prepotencia de la BPS, de los grises, de todo aquel que tuviera un puto uniforme, esta actuación nos reconcilia con unos cuerpos de seguridad, necesarios, aunque no represivos.

Gracias por haberlo contado.

Y gracias a ellos, por respetar a tus padres.

Un abrazo

Fernando Solera dijo...

La verdad es que parece una historia de película, Armando. O sea, que la empleada era una ladrona. En cualquier caso es muy de agradecer el tacto que tuvieron con tus padres. La policía suele salir en los medios por errores graves o negligencias pero, en ocasiones, también hay que reconocer su buena labor. Por lo demás, espero que se te haya pasado el sobresalto inicial. Un abrazo, Armando.

Elefante Blanco dijo...

Es un placer leer y comprobar que se pueden hacer, y a veces se hacen, bien las actuaciones de la administración, y más en un caso delicado como el que tan bien describes.

Gracias y un abrazo.

LUFERURA dijo...

La verdad es que a los españoles nos despiertan cierta aversión los uniformes, ello nos hace buscar en las instituciones lo que no hay en muchos casos y generalizar en todos.

Y es que tu caso, querido Armando, no es una excepción. La policía española, y permitame que extienda esta opinión a la Guardia Civil,impone la ley con guante blanco y no de hierro, y la atención al ciudadano está por encima de la media.

Pero, como somos como somos, nos fiamos más de lo que dice un delincuente que de lo que alega un policía.

Un abrazo

Domingo dijo...

Lamento el mal trago y el susto por los que pasaste, amigo Armando, pero enseguida viste la situación con sensatez y lucidez y lo dispusiste todo de tal forma que fuera lo menos traumático posible. Tu habilidad y tu visión junto con la comprensión y buen hacer de la policía hicieron posible la mejor de las soluciones. Y yo que me alegro.

emilio dijo...

Me alegro que el asunto se haya quedado en un susto y no se hayan producido complicaciones.
Esto en cuanto al fondo.
En cuanto a la forma, en cuanto a tu relato, la verdad es que está muy bien contado.
Te animo a que participes en alguna convocatoria de relatos cortos...o largos. Saludos:emilio

emilio dijo...

Hola Armando: pasaba por aquí y te envío un saludo: ¿todo bien?