domingo, 31 de mayo de 2009

LA NOVENA DE BEETHOVEN

Ayer finalizaba uno de los tres ciclos de conciertos que anualmente programa la Orquesta y Coro Nacionales de España en el Auditorio Nacional de Música de Madrid. El colofón, no podía ser mas prometedor: estaba programada la Novena Sinfonía de Beethoven. Para los que amamos la música sinfónica es una de las obras maestras. La expectación era grande, como corresponde a estas ocasiones.

No soy crítico de música ni nada por el estilo. Soy un simple aficionado que lleva escuchando conciertos de música clásica muchos años. Incluso tuve la gran suerte de poder escuchar los últimos conciertos dirigidos por el, a mi juicio, mejor director que ha tenido la Orquesta Nacional: Ataulfo Argenta. Como es lógico, también he tenido el infortunio de tener auténticas decepciones, bien sea porque la obra ejecutada era incapaz de entenderla, o bien porque la ejecución era, a mi juicio, realmente penosa.

Pues bien, ayer sufrí una de esas decepciones. La obra programada es, como he dicho antes, una maravilla en sí misma. La Orquesta Nacional tiene un plantel de profesores a los que he visto interpretar infinidad de obras, con una calidad muy alta. El Coro Nacional, canta de maravilla. Y los solistas que cantaban ayer eran de alto nivel, destacando sobre todos, a mi juicio, el barítono Williard White, al que nunca había oído. Pero todo este tinglado ha de ser dirigido por alguien. Y ese alguien era ayer D. Josep Pons, director titular de la Orquesta Nacional. ¡Qué pena de ejecución!. O si se quiere, fue, a mi juicio, una “ejecución” en toda regla.

Es, con diferencia, la peor Novena que he escuchado en mi vida. A mí me pareció que el Sr. Pons, nos “deleitó”, con una pachanga beethoveniana con apariencia de Novena Sinfonía. Ya es difícil que una obra como ésta no emocione a un melómano, incluso a un no iniciado en música clásica. Es tan grande la obra y tiene tantos matices magistrales que requiere una dirección seria, sentida e interpretada de tal modo, que haga vibrar a todos los espectadores. Y ayer, en mi opinión, el Sr. Pons no supo dirigir esta obra maestra. Fue una dirección demasiado acelerada, sin matizaciones, sin dominar las transiciones maravillosas que contiene esta obra, sin modular adecuadamente las intervenciones de cada cuerda orquestal y sin adecuar debidamente la orquesta y el coro. Repito, siempre en mi opinión, una verdadera pena. Hay obras que a algunos les vienen grandes y yo creo que la Novena no es del tamaño del Sr. Pons. Esperemos que en próximos ciclos tengamos la suerte de escuchar alguna otra interpretación de la Novena de Beethoven, a la altura de la obra.

domingo, 10 de mayo de 2009

FRASES

Vivimos en una sociedad en la que, a mi juicio, el otro nos importa un pito. El mas importante de esa sociedad soy yo. Imagino que esto no es una novedad del siglo XXI y que es una constante que se repite históricamente. Supongo que en cada época se habrán desarrollado dichos o frases de contenidos parecidos a las que hoy quiero comentar.

A través de una mera observación diaria, y nada científica, he podido constatar el uso y abuso de algunas frases que me parecen bastante representativas de ese desprecio al otro.

1.- "Lo que tienes que hacer … …” .
Esta aseveración, seguida de un consejo en forma de orden, es de lo mas corriente en nuestro lenguaje. Se ha convertido en un latiguillo. En esta observación no científica a la que me dedico, he comprobado en numerosas ocasiones, que los “usuarios” de esta frase suelen ser gente prepotente y a la vez mediocre. Pretenden imponer alguna fórmula de su manera de vivir, que autodefinen como definitiva. Algunos ejemplos ilustrativos:
“Lo que tienes que hacer es viajar”
“Lo que tienes que hacer es jugar al golf”
“Lo que tienes que hacer es ir a un gimnasio”.
“Lo que tienes que hacer es régimen y además el régimen de la … (última gilipollez que alguien igual que él o ella le ha dicho)”.

Pues a mí eso de “lo que tienes que hacer …” me incomoda. De hecho, cada vez que alguien intenta decírmelo, obtiene de mí la misma respuesta. “Yo haré lo que me dé la gana; tú haz lo que quieras.”

2.- “A ver si me entiendes” o “A ver si nos enteramos”
En esta rara observación mía, clasifico a los “usuarios” de estas frases en un grupo de gente ignorante o gente pesada (existen las dos versiones), que, incapaces de construir una frase de forma adecuada para expresar una opinión, o simplemente para contar algo, suponen que sus interlocutores son tontos y no entienden lo que pretenden decirnos, cuando los incapaces de expresarse son ellos. Suelen expresarse así ante varios interlocutores, dirigiéndose a uno en particular. Ante estos “usuarios” he adoptado la costumbre de mantenerme callado. He observado que si no les contestas, se desconciertan una barbaridad, que se enredan cada vez mas en razonamientos muy simples y, en muchos casos, sin sentido alguno. Acaban dejándome en paz, o cambiando de interlocutor al que torturar con su monserga.

3.- “No te equivoques”.
Frase de moda en infinidad de conversaciones. Sobre todo cuando uno de los contertulios, expresa una opinión diferente de la del que lleva la voz cantante. En mi opinión, es la frase mas despreciativa hacia la inteligencia de los demás. Es tanto como decirle al otro, que él está en posesión de la verdad absoluta; y por tanto no cabe la menor duda sobre su idea. El que está equivocado es el otro.

En mas de una ocasión (mas bien en muchas), cuando alguien me ha hecho esta “observación”, además de no admitirla, le he mandado a hacer puñetas. Hasta hoy, no ha pasado nada. Incluso algunos han pretendido arreglarlo con aquello de “no te enfades hombre, … … a ver si me entiendes”. Sin comentarios.

4.- “Tu que tienes tiempo”
Esta frase nos la aplican de forma bastante frecuente a aquellos que estamos jubilados o prejubilados. Suele producirse en el transcurso de conversaciones en las que alguno de los interlocutores está muy ocupado o pseudo ocupado y encuentran en el jubilado un clavo ardiendo al que agarrarse para que les resuelva las cuestiones mas nimias e intranscendentes. “Él tiene mucho lío”.

Al principio de mi prejubilación, caí en la trampa un par de veces. Esto me sirvió de aprendizaje. Desde entonces mi respuesta a esta frasecita siempre es la misma: “Tengo el mismo tiempo que tú, 24 horas al día; tú lo utilizas de una manera y yo de otra, es una simple cuestión de matiz”. A mí me funciona.