miércoles, 20 de octubre de 2010

SIN VERGÜENZA



Dice el Diccionario de la RAE que vergüenza es (en su segunda acepción): “pundonor, estimación de la propia honra”. A mí se me antoja que vivimos un momento en el que es frecuente que, sobre todo aquéllos que tienen algún tipo de representatividad social, abdiquen de esta cualidad. Los ejemplos proliferan casi a diario. Esta circunstancia nos lleva a convivir cada vez con más “sin vergüenza”. Vamos, sin tanto remilgo como el que estoy utilizando: a convivir con más sinvergüenzas. Y ahora sí le quiero dar al término toda la carga peyorativa que tiene.
Sin ir más lejos, hoy hemos conocido a través de los diferentes medios de información que el Sr. Díaz Ferrán ha decidido (dice que libremente) no presentarse a su reelección como presidente de la CEOE en las próximas elecciones que él mismo ha convocado para el próximo 21 de diciembre.
El personaje, podría ser uno de tantos modelos de “Sin Vergüenza” que pululan en el panorama social español. De entrada, a mí no me entra en la cabeza (debo ser corto de entendederas), que un fulano que tenía una aerolínea: Air Comet, una aseguradora: Seguros Mercurio y el holding de agencias de viaje: Marsans, Crisol, … , las haya llevado a la quiebra, dejando en la calle a más de 1.500 trabajadores, y sin haber puesto un euro de su patrimonio personal para cubrir el fraudulento desaguisado, haya sido mantenido por sus colegas en el cargo, más de un año después del primer pufo. Un tío que nos sorprende ahora con su lema de “que de la crisis se sale trabajando más y ganando menos” (como diría mi madre: “consejos vendo y para mí no tengo”). Alguien que se ha aprovechado de todo lo que ha estado a su alcance, como por ejemplo de su posición de consejero de Caja Madrid para conseguir ventajosos créditos que finalmente no sé si habrá pagado. Este personaje, por no continuar con más pistas, es un ejemplo. Tiene todas las papeletas como para ser elegido por votación popular el “Sin Vergüenza 2.010”, aunque tiene un buen número de contrincantes y algunos con un perfil tan “adecuado” como el suyo.
Pero sigamos pensando y mirando a nuestro alrededor. El paisaje se me torna desolador. Ya sea en el mundo empresarial o en el político, yo veo sinvergüenzas a cascaporro. Quizás por la edad se me está deteriorando la vista.
En mi opinión, hemos desembocado en una sociedad sin pudor. Los principios éticos y las escalas de valores, cotizan a la baja. Es necesario un giro total y absoluto hacia un modelo regenerativo. Es necesario acabar con estos sinvergüenzas que nos infectan socialmente. Estoy convencido de que es posible, pero hay que actuar; no estar pasivos. Si nos mostramos en la tradicional comodidad que nos caracteriza: “para qué voy a protestar o a quejarme si esto no tiene arreglo”, estaremos propiciando la llegada de nuevos sinvergüenzas. Eso sí, luego nos quejaremos y se nos irá la fuerza por la boca, cuando tengamos la oportuna audiencia de perezosos como nosotros.