viernes, 26 de octubre de 2012

SENSACIONES CULPABLES



                Ayer he hablado con mi amigo Manuel. Manuel trabaja desde hace más de treinta años en aquello que era Caja de Madrid y que hoy es Bankia. Manuel ha vivido en carne propia, lo mismo que unos cuantos miles de empleados de la antigua Caja de Madrid, el entierro de aquella entidad tricentenaria. En solo quince años, una panda de gestores inútiles, comandados por un pelele (nombrado por los políticos de turno) y por un ex director del FMI (inútil donde los haya), se la han cargado impunemente.
                Estos responsables directos del desastre de Caja Madrid y del matrimonio contra natura con el resto de cajas que han conformado Bankia, están tan frescos. Después de hundir a Caja Madrid y llevarse millones de euros fruto de “contratos de salida” totalmente vergonzosos, faltos de toda ética profesional y me atrevería a decir que hasta ilegales, disfrutan tranquilamente de su incompetencia, su desvergüenza y su mediocridad, con la tranquilidad de haber desarrollado una gran labor.
                Pues bien, mi amigo Manuel, que aún sigue trabajando en Bankia, se siente culpable de este desastre. Y me llamaba para descargarse conmigo de su culpabilidad.
Los golfos e incompetentes causantes del desastre, han conseguido el más difícil  todavía: hacer sentirse culpables a los empleados de a pie, del desastre que ellos provocaron. Ahora un gran número de empleados se sienten culpables de ejecutar las políticas comerciales que les obligaban a cumplir y de los argumentos comerciales que tenían que transmitir a los Clientes.
Sin embargo, los culpables de implantar esas políticas comerciales, los culpables de tanto préstamo hipotecario fallido a grandes promotores inmobiliarios, los culpables de tanta hipoteca “sub prime” a particulares, los culpables de tanto desahucio consecuencia de préstamos mal estudiados y peor concedidos, los culpables de la política de colocación de “participaciones preferentes” a particulares sin formación financiera, con argumentos y engaños clamorosos,  los culpables, en fin, de pretender dirigir una caja de ahorros sin tener la más remota idea de qué eran ese tipo de entidades, son otros. Son esa cuadrilla de gestores inútiles, mediocres e inmorales que no tienen la más mínima sensación de culpabilidad.
Ellos eran los chicos de la película, los de las fotos, los de los sueldos escandalosos, los pastores de un rebaño de dóciles corderos que, o bien obedecían, o bien eran sacrificados en aras del bien común (el de ellos, claro está). Pero, por favor, ¿cómo se van a sentir culpables de esos brillantes resultados que año tras año publicaban? Lo que menos importaba era que una parte sustancial de esos beneficios procedían de operaciones especulativas ajenas al objeto social de una caja de ahorros. Tampoco tenían importancia las trampas contables que han ocultado a la Sociedad (la única propietaria de una caja de ahorros), la mierda subyacente en sus Balances. Su ego es tan grande, que no son capaces de pensar en los miles de millones de euros que los contribuyentes hemos tenido que aportar, para inyectar en el cuerpo exhausto y maltrecho de esa Entidad que ellos heredaron sana y fuerte. Tan sana y fuerte, que todavía hoy parece imposible que, en tan poco tiempo, una panda de desalmados la hayan convertido en  una piltrafa.
                Entretanto, mi amigo Manuel  y cientos de profesionales y amigos que aún conservo de la antigua Caja Madrid, están pasando por su Calvario particular de sentir una culpabilidad que no les corresponde. Y lo más triste de todo para mis amigos, para mí y para todos los contribuyentes, es que a ninguno de los verdaderos culpables les va a pasar nada.
Nadie sabía nada. Nadie va a devolver  nada. Nadie va a pagar su falta de ética, sus engaños a los Clientes, el enorme perjuicio económico a toda la Sociedad.  Habrá un simulacro de “acciones judiciales”, con las debidas dilaciones para obtener la oportuna prescripción , etc. etc. . Una vez más, los políticos responsables directos de los nombramientos de los “gestores” (gestores de intereses personales y partidistas) darán la callada por respuesta. Y una vez más, el tiempo, ese fármaco de amplio espectro y acción inmediata, borrará de la memoria de la gente estas barbaridades. Y como dice un buen amigo mío: “En este país, solo van a la cárcel los pobres y los gilipollas”.